Liturgia Progresiva: Steve Hackett entre luces verdes y maderas nobles


El disco no empieza. Se desata.

Bajo la aguja, un mundo que estuvo a punto de no existir se manifiesta con precisión quirúrgica: guitarras acústicas entreveradas con Mellotron, un Phil Collins en voz de niebla templada y un Steve Hackett que, cansado de sostener el decorado barroco de Genesis, decide construirse su propio templo con planos robados a los dioses menores del progresivo pastoral.
La escena es doméstica y trascendente a la vez: el clic del VPI Cliffwood, el leve zumbido del McIntosh C27, los primeros compases de “Ace of Wands” estallando como si Peter Gabriel hubiera dejado la túnica en el perchero y se hubiera ido, por fin, a hacer teatro a otro lado. El disco es “Voyage of the Acolyte” (1975) y sí, podemos hablar de una obra menor, lateral, un interregno solista… pero si uno lo escucha como debe ser —vinilo en sala templada, luces bajas, el volumen justo para que tiemble el whisky— entonces el viaje se convierte en algo más.

Estación por estación: una guía para no perderse

1. Ace of Wands

La apertura no tiene piedad: entra como espada afilada. Guitarras eléctricas disparadas, flauta medieval cruzándose con sintetizadores. El progresivo sin narrativa, sin dragones, sin reyes cojos. Aquí Hackett se desviste de Genesis sin quitarse los zapatos.

Una buena aguja aquí separa el trueno del eco. Escuchar en digital es como ver Blade Runner en un celular. 

2. Hands of the Priestess (Part I)

Una flauta flota. Un arpa se insinúa. John Hackett hace lo que muchas bandas nuevas nunca entendieron: deja espacio. Es música que no compite con nada, que no quiere tu atención, que respira por su cuenta.
En equipos mal calibrados, esta pista se vuelve telón de fondo. En sistemas nobles, flota como incienso blanco. 

3. A Tower Struck Down

Ahora todo se quiebra. Ritmos de funeral pagano, voces distorsionadas, un latido de paranoia setentera. Es la pieza más política del disco, aunque nadie lo diga. Parece grabada en los pasillos de una central nuclear en plena huelga.
Si tu sistema tiene buenos graves, aquí retumba el corazón del disco. Si no, mejor salta.

4. Hands of the Priestess (Part II)

El mismo tema, pero algo pasó. Es la resaca del encantamiento. Ya no hay flauta, sino eco de flauta. Un retorno, sí, pero sin redención.  Breve, hermosa, apenas un puente para volver al yo.

5. The Hermit

Hackett canta. Y canta como quien no quiere cantar. Como quien escribió algo demasiado íntimo y, sin saber por qué, lo grabó. Una canción de ermitaño que ya no espera visitantes.
No hay truco aquí. Si no te conmueve, no hay válvula que lo repare.

6. Star of Sirius

Phil Collins al micrófono y todo se ilumina. Es la pieza pop del álbum, pero con ese barroco disimulado que aún no se había vuelto fórmula. Cambios de ritmo, melodía luminosa, progresiones que se desarman justo cuando el oído cree haber entendido.
Una joya escondida. Hay quien entra a Genesis por aquí y no sale nunca.

7. The Lovers

Un suspiro. Una miniatura. Una postal enviada desde un lugar que ya no existe. Si uno parpadea, la aguja ya ha cruzado.
No se escucha. Se deja pasar

8. Shadow of the Hierophant

Aquí el disco se justifica.

Una suite que empieza con la voz sobrenatural de Sally Oldfield (la hermana de Mike) y termina con una apoteosis sonora que no necesita palabras. Guitarras eléctricas que no distorsionan, sino que esculpen.

Es un mantra. Un muro de sonido que no aturde, que te arrastra como un río lento, grave, luminoso.
 
Si uno no se emociona con este final, lo mejor es dedicarse al reguetón o a la numismática

📥 Bonus:

 

Una guía extendida para quienes desean seguir el viaje por los territorios más melódicos y menos sobreactuados del progresivo setentero: Phillips, Camel, Oldfield, PFM, Giltrap…

🔚 Epílogo (sin incienso)

Voyage of the Acolyte no es un clásico. Tampoco un disco de culto.

Es un álbum que no grita para ser escuchado. Y tal vez por eso, resiste el tiempo con una dignidad que ya quisieran muchos vinilos con portada gatefold y letras doradas.

No es música para recordar.

Es música para volver. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

La memoria selectiva del poder: voceros, megáfonos y fantasmas del pasado

Los caudillos no mueren en su cama

El día que Alexa decidió independizarse: crónica de una rebelión doméstica