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Diarios Estoicos: La Voluntad Serenísima

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No hay virtud posible sin libertad. Lo que se hace por miedo, por costumbre, por cálculo o por complacer a los demás, podrá ser correcto, útil o incluso necesario. Pero no es honesto. Séneca lo sabía. Y no hablaba desde la comodidad de un filósofo de biblioteca, sino desde el filo constante de la espada de Domiciano, del chantaje político, del exilio, del dolor. Lo que llamamos acción honesta, decía, nace de una voluntad lúcida, no de un deber impuesto ni de un mandato exterior. Cuántas veces actuamos a desgano, por obligación, por no desentonar, por no decepcionar. Aceptamos trabajos, roles, invitaciones, silencios… no porque los hayamos elegido, sino porque tememos lo que podría pasar si no lo hacemos. ¿Y qué queda de nosotros tras esa coacción amable? Un vacío vestido de cortesía. El estoico no rechaza la disciplina, pero sí el sometimiento. Acepta los deberes naturales —con los demás, con la comunidad, con la razón—, pero siempre los filtra por su juicio. Es voluntaria la acció...