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Diarios Estoicos: Sobre la envidia de los otros y la paz de uno mismo

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“Cuando alguien te injurie o te odie, o hable mal de ti, acércate a su alma. Penetra en ella, obsérvala. Te darás cuenta de que es un pobre desgraciado, que no puede más que actuar así. Y tú, que has visto el juego entero, no te enojes, no te sientas herido. Son sólo ecos de su ceguera.” — Marco Aurelio, Meditaciones 9.27 (paráfrasis adaptada) Uno no elige a sus enemigos, pero sí elige si va a llevarlos consigo. el ruido que nos lanzan los maliciosos —a veces disfrazado de crítica “constructiva”— hay más frustración que verdad. La envidia rara vez ataca desde la altura; suele brotar desde una esquina oscura, como un murmullo que no se atreve a ser nombre propio. Pero Marco Aurelio nos ofrece una salida: mirar al otro por dentro. No con soberbia, sino con esa compasión que nace de saber que todos —en algún momento— hemos sido pequeños, inseguros o temerosos. El que te envidia está atrapado en un juego que tú ya no juegas. Y por eso no puedes dejar que su veneno marque tu día. Sén...

Diarios Estoicos: La libertad de escoger tus batallas

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  No son los grandes dramas los que nos quiebran. No es el incendio, el naufragio o la bancarrota. Es la impaciencia o la maldad ajena. Es esa voz que se eleva un tono más allá del respeto. Es ese juicio envuelto en condescendencia. Es el dedo que no señala, pero insinúa. La acusación injusta que solo intenta sembrar dudas. ¿Te enojas? ¿Reaccionas? ¿Respondes con la misma moneda? Entonces, todavía no has entendido —nos susurra Marco Aurelio— una de las reglas más fundamentales de la libertad interior: que nada externo puede arrebatarte la paz, a menos que tú la entregues. Blindarse no es callar. No es resignarse. Es elegir. Escoger dónde pones tu energía, tu aliento, tu tiempo. No toda batalla es tuya. No toda provocación merece réplica. No todo ruido exige respuesta. Y cuando esa lucidez se asienta, ocurre lo más estoico y lo más hermoso: el mundo sigue siendo el mundo —grosero, impaciente, injusto—, pero tú ya no eres su rehén. Observas. Eliges. Y la mayoría de las vece...