Diarios Estoicos: Cuatro palabras que sostienen el día
“Nacimos para trabajar juntos como manos y pies.” — Marco Aurelio
El instante
Hora pico. El bus es un acorde apretado: codos, mochilas, boletas, respiraciones. Cuando el frenazo dibuja un pequeño caos, mi suela pisa el zapato de un desconocido. Una minucia. Sin embargo, en ese segundo cabe el mundo entero: el gesto automático de justificarse, la mueca de fastidio, la cadena de microviolencias que alimentan el ruido de la ciudad. Digo: “disculpa”. Levanto la mirada y añado “buenos días”. El rostro del otro se desarruga apenas, como una sábana que recupera su pliegue. No hemos resuelto el tráfico, pero el aire alrededor deja de endurecerse.
El pensamiento
La cortesía no es barniz ni obediencia: es gimnasia del carácter. Los estoicos la llamarían acción apropiada: poner el cuerpo y la voz en consonancia con nuestra naturaleza social. Cuatro palabras tan simples que parecen poca cosa —“por favor”, “gracias”, “buenos días”, “disculpa”— sostienen, sin aspavientos, el andamiaje diario.
Por favor. Pedir no es inclinarse, es reconocer la libertad del otro. “Por favor” abre una puerta sin empujarla, deja espacio a la negativa y, por eso mismo, a la decisión genuina. No demanda: invita.
Gracias. La gratitud no paga la deuda: ilumina la intención. Decir “gracias” registra que alguien interrumpió su inercia para hacer un bien. Es un recibo moral que no prescribe.
Buenos días. Un saludo mínimo ensancha los círculos: del yo al vecindario, de la tribu a la ciudad. No hace íntimos a los extraños; los vuelve legibles. Declara una tregua en la indiferencia.
Disculpa. Aquí está el núcleo. La disculpa breve por una torpeza cotidiana —la copa que se nos resbala, el empujón involuntario, el pisotón en el vagón— es una pequeña restitución del orden. No se trata de humillarse, sino de reconocer sin rodeos el daño menor, antes de explicarse, sin culpar a la prisa ni a la gravedad. La disculpa sin adjetivos desactiva la chispa, devuelve el día a su lugar. Entrena la atención, poda el orgullo, fortalece la serenidad. No nos hace “buenistas”; nos hace dueños del gesto siguiente.
Ser cortés no es evitar el conflicto, sino elegir las herramientas correctas: voz baja, mirada limpia, economía de palabras. La cortesía en clave estoica es precisión: decir lo justo, hacer lo justo, a tiempo.
El eco
La ciudad sigue igual: semáforos inciertos, anuncios, notificaciones. Pero algo cambia en el perímetro del día: una capa de bruma se levanta, como si alguien hubiera abierto una ventana invisible. No tiene música; tiene ritmo. Cuatro palabras caminando despacio, sosteniendo el equilibrio de una taza caliente mientras cruzamos el umbral.
Propósito del día
Hoy, entrénate en esta secuencia:
- Pide con un “por favor” antes de explicar.
- Agradece con un “gracias” mirando a los ojos.
- Saluda con un “buenos días” a dos desconocidos (portero, chofer, vecino).
- Si cometes una torpeza, “disculpa” primero; no te justifiques. Luego repara.



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