Nuestro cumpleaños: Introducción poética a una irrupción sonora

 

 

Hubo una época en que los cumpleaños eran torta, piñata y billetes doblados en el bolsillo del pantalón de pana. Luego vino el tiempo de las velas con número, las cenas de sushi, el “happy birthday” desafinado por Zoom. Ahora, a los 60, ya no hay tiempo para protocolos ni etiquetas sin gluten. Lo que hubo fue música. Y no cualquier música: rock para sacudir el esqueleto, glam para fingir que aún usamos pantalones de cuero, y metal para espantar a la muerte con una patada en el amplificador.

¿Fiesta temática? Sí: se llamaba “sobrevivir con estilo”. El dress code era sencillo: actitud.

Abrí la noche con “99 Red Balloons”, porque no hay nada más punk que una canción pop sobre el fin del mundo. Luego cayeron los sospechosos habituales: Rolling Stones, AC/DC, The Cure, Daft Punk, La Unión, como si el tiempo no hubiera pasado, pero con mejores parlantes y peor hígado.

El bloque heavy fue un acto de fe. Sabbath abrió las puertas del infierno, Ozzy se rió desde el fondo, Motörhead trajo la metralla, y Maiden convocó a los dioses. La gente se reía, pero con miedo. Había volumen, pero también memoria: cada riff era un punto de sutura en el cuerpo del tiempo.

Después vinieron los glam ochenteros, esos que no piden disculpas por existir: Def Leppard, Poison, Mötley Crüe, KISS. Se colaron con spray de cabello imaginario y tachas emocionales. Bailamos como si el espejo no existiera. O como si existiera y dijera: sí, pibe, dale que todavía tenés swing.

El resto fue una montaña rusa de guitarrazos, coros, epifanías y un par de gritos de “¡subí el bajo!”. Estaban todos: Queen, Springsteen, Soda Stereo, Dio, Bowie. No era una fiesta, era un exorcismo colectivo. Sin incienso, pero con feedback. 

Nada ocurre por azar

Uno no cumple 60 años —ni se deja cumplir— 

sin abrir la puertaal asombro.

Y esta noche,
frente al umbral invisible entre el tiempo que pasó
y el tiempo que aún nos espera,
los amigos se pusieron de pie,
tomaron sus instrumentos,
y se hicieron llamar The Sixtiees.

No son una banda, son una forma del afecto.
Un modo de devolver con acordes
lo que la vida, a veces sin saberlo, nos ha dado.
 

La música es perfecta, porque es verdadera.
El ritmo es constante, pero más que nada es humano.
Las canciones son covers, por eso hablan con voz propia.
Pensé en ese instante que la amistad se parece a la madera vieja:
resiste los años, cruje, a veces se astilla,
pero vibra mejor cuando se le da cuerda con delicadeza.


No sé si The Sixtiees volverá a tocar. Tampoco importa.
Esta noche no es repetible porque es una aparición.
Como un poema que no se escribe para ser leído,
sino para recordar que aún somos capaces de escuchar.
Yo, que he cantado tantas despedidas,
yo, que he visto naufragar ciudades
y cerrarse diarios,
me descubrí conmovido no por la nostalgia,
sino por el temblor de estar vivo en medio del acorde,
del error, del golpe sincero sobre el platillo.
La música —cuando es de verdad— no entretiene.


Revela.
Y eso hicieron ellos.
Mis amigos.
Mis cómplices.
Mis hermanos.
Ese gesto de tocar para otros,
ese modo de decir sin palabras:
estamos aquí,
seguimos siendo,
esto también es una forma de amor.

Ladies & Gentlemans
Con Ustedes
The Sixties.


INTERMEDIO

Último boletín del Ministerio de Equilibrios Simbólicos
Hemos ajustado la cantidad de esperanza emitida por hogar.
Ahora se permite:
—1 sonrisa iró nica por día
—2 abrazos sin ideología
—1 recuerdo vago de una victoria colectiva (no verificable)
Se ratifica la política de vigilancia afectiva:
Los ciudadanos que demuestren exceso de empatía
podrá n ser llamados a declarar
por sospecha de insubordinació n emocional.
Queda prohibida la frase:
“Esto antes no pasaba.”
A menos que sea dicha en tono de stand-up.
La bandera se seguirá usando
como cortina de fondo en los noticieros.
La democracia, como siempre,
está bajo revisió n de estilo.

Atentamente,
El Comité de Normalización de los Sueños.
 

Notas para una clase de Educación Cívica impartida en 2025

—Buenos días, chicos.
Hoy hablaremos de República.
 

Antes: significaba separación de poderes,
ahora: es una app con fallas de seguridad.
Antes: votar era un derecho.
Ahora: es un reto viral con encuestas patrocinadas.
Antes: los medios fiscalizaban.
Ahora: compiten por ver quié n tiene más stickers patrióticos.
Antes la política era promesa.
Ahora: es storytime con amenaza implícita.
Antes: la historia se discutía.
Ahora: se resume en reels con música épica. 

¿Dudas? —Profe, ¿esto entra en el examen?
—No, pero entra en la vida.
Y eso, queridos, no siempre se aprueba.
 

Balada para un país con hambre de ternura

No es que falte solo pan.
Es que falta
una forma de mirar
sin sospecha.
En las esquinas,
ya no se venden loterías
sino maneras de olvidar.
Un país con hambre no solo come.
Busca
que alguien le toque el hombro
y diga:
no está s solo.
No hay política para eso.
No hay plan nacional de afecto.
Por eso canto.
Con torpeza.
Como se canta a un hijo
cuando la cuna es de cartón
y la esperanza no cotiza.

 

Los Twenties

(introducción poética a una irrupción sonora)

De vez en cuando
el tiempo se repliega
para dejar paso a la luz nueva
no una luz estridente
no un foco que ciega
sino una vibración que viene desde abajo
desde el vientre eléctrico de lo que aú n se está formando
pero ya suena
con precisión
y belleza
Los Twenties no llegan
apenas a tocar
llegan a marcar
un compás que nace del futuro
pero que respeta el camino andado
en el bajo
Gabriel
cruza las frecuencias con paciencia de sabio
aunque sus dedos aú n llevan
la ternura exacta de los que recié n comienzan
en la guitarra
Alejandro
traza las líneas del aire
con esa rabia controlada
que solo los hijos del fuego heredado pueden convertir en
forma
en el teclado
Atún
hace lo que el lenguaje no logra:
teje texturas
abre portales
pone atmósfera donde otros pondrían relleno
en la batería
Freddy
nuestro hermano de ruta
nuestro cómplice de mil madrugadas
marca el pulso
como si llevara el reloj interno de una constelación entera
pero con swing
con memoria
con sangre
Esta noche
ellos no versionan a Rush
los encarnan
no se trata de imitación
sino de transmisión
porque la mú sica que importa
no se copia, se canaliza
y cuando Geddy, Alex y Neil
se convierten en energía
en lugar
en posibilidad
entonces el milagro ocurre
y ocurre aquí
frente a nosotros
Los Twenties no son promesa
son evidencia
no son semilla
son brote que ya da sombra
tocan con el rigor del estudio
y la magia de quien aún no teme al vértigo
y nosotros
que miramos desde esta orilla
entendemos al fin
que el tiempo no nos arrebata
nos multiplica
que lo que sembramos con vinilos
con noches de ensayo
con frases inconclusas y pasiones compartidas
ahora suena con otra voz
más joven
más libre
más precisa.
 

Los Twenties
nos devuelven
la fe en la música
como lengua com n
como herencia intangible
como pacto vivo

 

Señoras y Señores con Ustedes
Los Twenties 

 

 

La playlist:

 

 

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