Diarios Estoicos: También los dormidos son operarios
Es posible que esta mañana hayas despertado con la sensación de que todo lo que haces importa poco. Que los demás —los que mienten, manipulan, hacen trampa, o simplemente arrastran los pies— van ganando la partida. Y sin embargo, Marco Aurelio nos recuerda algo profundamente inquietante: todos cooperamos hacia un mismo fin, incluso los que no lo saben. Incluso los dormidos.
Heráclito, ese viejo zorro presocrático, ya lo intuía: el universo no desperdicia movimientos. El estoico emperador recoge esta intuición y la pone en clave política y moral: hay quienes comprenden lo que hacen y su lugar en el todo; hay quienes no tienen idea, pero también —y aquí viene lo más provocador— quienes incluso oponen resistencia, quienes se quejan, quienes destruyen… también ellos terminan sirviendo al universo.
¿Te perturba esta idea? A mí, al principio, también. ¿Cómo puede ser útil el corrupto, el cínico, el que sabotea? Pero luego lo comprendí: incluso su obstáculo nos obliga a definirnos, a mejorar nuestras herramientas, a afilar el carácter. El adversario tiene un rol. El ruido también forma parte de la partitura.
Por eso Marco no se detiene en la queja sino en una invitación práctica: “mira al cabo y reflexiona con quiénes te querrás alistar”. La vida es un ejército sin uniforme: tú eliges en qué batallón marchas, aunque el campo de batalla sea compartido.
No se trata de cambiar al universo —ya estamos todos contribuyendo a él, voluntaria o involuntariamente— sino de elegir cómo lo haremos. ¿Dormidos o despiertos? ¿Comprendiendo o repitiendo? ¿Sembrando o resistiendo el viento?
Este 28 de agosto —día cualquiera del calendario, pero irrepetible en tu biografía— puedes decidirte. Y como diría Epicteto en tono menos imperial pero más afilado: que no se diga que viniste a hacer bulto.
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