Diarios Estoicos: El heroísmo de tomar café tranquilo
A FIN DE CUENTAS
Me prometí tomar
una gran decisión todos los días.
Y no me ha ido mal.
A fin de cuentas, cada mañana
salto de la cama y me digo,
mientras pongo en marcha la cafetera:
«Vivir es perdonarse la vida cada día.
Toma el café tranquilo».
La gran decisión de cada día no es épica de calendario, sino liturgia de cocina: perdonarme y tomar el café tranquilo. El poema de Julio Rodríguez me recordó que “a fin de cuentas” es una contabilidad íntima: cierro el libro de ayer, le quito intereses a la culpa y vuelvo a empezar. La cafetera hace de altar profano: agua, calor, espera. Estoicismo sin mármol: atención al presente, benevolencia con uno mismo, cero teatralidad. Amor fati con aroma a tostado.
No es autoindulto; es autocompasión responsable que te pone de pie. Antes del primer correo, un minuto sin pantallas y dos preguntas: ¿qué me perdono hoy?, ¿qué voy a intentar de nuevo, pero mejor? Nadie aplaude esas microvictorias, pero ahí se decide el día. A fin de cuentas, la grandeza cabe en una taza: vivir es perdonarse la vida cada día. Toma el café tranquilo.
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Ó
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