Diarios Estoicos – Desintoxicación del alma

 


Hay un momento en la vida —y a veces llega tarde— en el que uno entiende que no se trata de ganar todas las discusiones, ni de convencer a todo el mundo, ni de demostrar que la injusticia tiene nombre y apellido.
Epicteto lo dice sin anestesia: deja de culpar a dioses y hombres. Cambia la mirada, y no vuelvas a mostrarte igual en nada de lo que haces.
El trabajo es interno y meticuloso:

  • Apartar el deseo que nos ata a lo que no depende de nosotros.
  • Reservar el rechazo para aquello que amenaza nuestro albedrío.
  • Desterrar la cólera, el resentimiento, la envidia y esa compasión blanda que sirve más para la autoimagen que para el prójimo.
No es la frialdad de un mármol, es la firmeza de un roble. El alma entrenada para no depender del caos ajeno y para actuar desde la claridad. La serenidad no es regalo divino ni herencia genética: es el resultado de una disciplina, de una desintoxicación emocional voluntaria.
El estoico que aprende esta lección no se vuelve indiferente: se vuelve libre.

El propósito del día

Hoy, antes de reaccionar, pregúntate:
¿Esto depende de mí?
Si la respuesta es no, suelta el lastre. Guarda tu energía para lo que sí puedas gobernar.


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