Diarios Estoicos: El orden posible
“O un mundo ordenado, o una mezcla confusa muy revuelta, pero sin orden. ¿Es posible que exista en ti cierto orden y, en cambio, en el todo desorden, precisamente cuando todo está tan combinado, ensamblado y solidario?”
— Marco Aurelio, Meditaciones V, 27
Hay días en que el mundo parece un tablero bien trazado: las piezas avanzan con lógica, la realidad encaja. Y hay otros —más frecuentes— en que todo se desborda: titulares contradictorios, horarios imposibles, decisiones absurdas, algoritmos que empujan al grito. Marco Aurelio, con su calma de general que despierta antes del amanecer, nos propone un dilema precioso: o el universo es un orden, o es una mezcla confusa. Y en cualquiera de los dos casos, la tarea es la misma: hazte cargo de tu interior.
La pregunta de fondo es demoledora: ¿puede haber orden en ti y desorden absoluto fuera? Si “todo está combinado, ensamblado y solidario”, entonces tu propia coherencia no es una rareza aislada: es un gesto a favor del conjunto. Tu claridad no contradice al mundo; lo corrige suavemente. Tu justicia no compite con el caos; lo desarma por presencia.
Aceptemos, por un momento, la hipótesis cínica: tal vez todo sea una “mezcla confusa”. Aun así, el estoico no pide garantías. Ordena lo que juzgas, ordena lo que dices, ordena lo que haces. Un escritorio despejado en medio del terremoto; un “no” sereno donde todos gritan “sí”; una rutina que evita el teatro inútil del importantísimo-para-nadie. Ese pequeño orden —el único que controlas— es menos pequeño de lo que parece. No es una burbuja: es una costura.
Ahora tomemos la hipótesis alta: el mundo es orden. No un orden ingenuo, sino uno que permite el error y corrige con tiempo largo. Si es así, tu deber es afinarte al compás: actuar con justicia, hablar con sobriedad, pensar con benevolencia. Quien se alinea con el orden no se vuelve obediente al poder; se vuelve obediente a la razón. Y esa obediencia —qué ironía— es la forma mayor de libertad.
En ambos casos, el “secreto” es el mismo: no delegues tu arquitectura interior. Ni a las modas, ni al miedo, ni al ruido. Si eres parte de un todo “ensamblado y solidario”, cada gesto tuyo es un punto de sutura… o un desgarro.
Elige suturar.
El propósito del día
Hoy ordenaré lo que depende de mí. Una decisión justa postergada, una frase que puedo decir con claridad, un compromiso que debo cumplir sin teatralidad. Lo haré sin prisa, sin ruido, con benevolencia.
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