Diarios Estoicos: Conspiración de diferencias o cuando el sol quiere ser lluvia



El pasaje de Marco Aurelio es una vacuna contra la ansiedad de omnipotencia. El emperador mira el cielo como quien escucha una orquesta: cada instrumento tiene un timbre, un rango y un momento. El sol no improvisa aguaceros, la lluvia no aspira a brillar como estrella, Esculapio (el médico) no pretende ser tierra fértil ni juez severo. Y, sin embargo, todo marcha hacia un mismo fin: la vida que sigue, el orden que se rehace.

El estoicismo no propone uniformidad, sino concierto. El logos —esa razón que atraviesa el mundo— no nos pide que seamos todo, sino que seamos lo que somos de la mejor manera posible. Cuando el sol quiere ser lluvia, el campo se inunda o se seca; cuando el periodista quiere ser fiscal, el político editor y el juez comentarista, el espacio público se vuelve pantano. El exceso de roles es, casi siempre, déficit de responsabilidad.

Hay una ironía amable en la pregunta de Marco: ¿de verdad el sol “anhela” hacer lo que no le toca? Traduzcamos “anhelo” por nuestra versión contemporánea: FOMO institucional, tentación de “expandir el portafolio”, pulsión de ocuparlo todo. En la vida personal se ve igual: queremos ser a la vez brújula y mapa, médico y paciente, padre, amigo, estratega, héroe. Y, por supuesto, hacerlo con una sonrisa de LinkedIn. El resultado: cansancio, ruido y baja calidad moral.

“Conspirar a un mismo efecto” no es conspirar contra nadie: es coordinar a favor del bien común. En el cielo, la diferencia de funciones produce estaciones; en la sociedad, produce libertades. La libertad de expresión necesita instituciones que no se confundan: prensa que informa, justicia que garantiza, poder político que rinde cuentas, ciudadanía que pregunta. Cuando cada quien hace su oficio, el conjunto florece; cuando todos intentan ser todo, el conjunto atrofia.

El estoico, entonces, se hace dos preguntas simples: 1) ¿Cuál es mi oficio hoy? 2) ¿Con quién debo coordinar para servir mejor a ese fin? Fíjese que el segundo paso es tan importante como el primero. El sol sin la lluvia es desierto; la lluvia sin la tierra es charco. Hacer lo propio no es aislarse, es colaborar sin confundirse. La ética estoica es una ética de límites fértiles: saber decir “esto sí me corresponde”, “esto no”, “para esto, trabajo con otros”.

También hay un aprendizaje estético. El mundo es bello cuando las diferencias encuentran su sitio. Una democracia también. El pluralismo no es una suma de egos, sino una coreografía: cada cual aporta su figura, el conjunto tiene sentido. El empeño de parecerlo todo —la sobreproducción, el exceso de efectos especiales— termina borrando el tema. Nos pasa con los álbumes demasiado comprimidos y las instituciones demasiado ruidosas: volumen alto, música pobre.

Volver al pasaje de Marco es volver al tono medio, a la afinación. Hacer lo que nos toca con excelencia, sin envidia de la función ajena. Si te corresponde curar, cura; si te corresponde preguntar, pregunta; si te corresponde decidir, decide y rinde cuentas. Y, sobre todo, recuerda que el fin es compartido: que la suma de nuestras diferencias apunte a la dignidad de la vida en común.


Propósito del día

Elegir tres verbos de mi oficio y ejecutarlos con claridad. Observar. Discernir. Servir. Decir no a una tarea que me saca de mi rol esencial y sí a una colaboración que potencia el bien común.


Preguntas para el cuaderno

  • ¿Qué intento ser hoy que no me corresponde?
  • ¿Con qué “astro” debo coordinar para que el efecto sea mejor?
  • ¿Qué límite necesito dibujar para honrar mi oficio?

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