La felicidad como un choripan perfecto

La felicidad no siempre llega vestida de gala. A veces se cuela por la puerta trasera, disfrazada de una noche sin mayor pretensión, de un karaoke afinado, de un choripán envuelto que huele a brasas y a infancia. Esa noche —que no era sábado ni era especialmente memorable en el calendario de la historia—, hubo un momento en que el mundo pareció estar bien, aunque solo fuera por un rato.

Estábamos entre amigos, bajo la luz indecisa de un par de faroles, con el humo lento de la parrilla dibujando mapas inciertos en el aire. Las risas llegaban desde el cuarto de al lado, donde un cantante profesional pero con alma amateur, con alma y afinación, le declaraba su amor con rock de los ochentas y noventas. En la mesa, las conversaciones flotaban sin rumbo: política, música, enfermedades, hijos, los precios del supermercado. Ninguna epifanía, ningún manifiesto. Solo palabras lanzadas al viento para evitar el silencio.

Y, sin embargo, allí estaba. Esa sospecha de que la felicidad podía ser eso: la conciencia de un instante que no exige nada, que no tiene promesa ni plan. Un momento sin hashtags ni méritos. Un respiro.

Los estoicos —a quienes últimamente frecuento como quien frecuenta a un viejo amigo que no da consejos, pero sí verdades— decían que bastaba con ordenar la vida acto por acto. Que si hacías bien lo que tenías delante, si vivías conforme a tu naturaleza sin dejarte arrastrar por pasiones desbordadas, entonces podías llamarte feliz. No exultante, no embriagado de éxito. Feliz, en su forma más sobria y valiente.

Quizá por eso la felicidad nos resulta tan esquiva: porque no grita, no presume. Porque no tiene filtro de Instagram ni canción de fondo. Porque no se compra ni se planifica. Porque aparece, simplemente, cuando dejas de buscarla como un tesoro escondido y te sientas a la mesa a compartir un choripán mal cortado por mi con gente que, como tú, también está intentando encontrarle sentido a todo esto.

Y si se va —como todo lo bueno—, al menos deja una migaja en la memoria. Un pedacito de pan y carbón que sabe a hogar. A pertenencia. A eso que, por una vez, no necesitas entender, solo vivir.

Publicado originalmente en Segundas Temporadas el 2025-06-22.

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