Desde Gummersbach, Día 1 – Una colina, muchas preguntas
Llego a Gummersbach como quien asciende hacia un monasterio laico. Hay algo de ritual en estos viajes: salir de Quito cargando incertidumbre, aterrizar en Frankfurt, perderse en la eficacia helada del ICE alemán, y aparecer, varias horas después, en esta colina donde los liberales —sí, esos que aún creen en las palabras— resisten al cinismo de los tiempos.
Vengo a participar en el seminario “Freedom of the Press: Challenges in the Digital Age” organizado por la Fundación Friedrich Naumann. Pero no vengo solo como activista o director de una ONG. Vengo también como un hombre lleno de preguntas. Porque hay seminarios que se olvidan al día siguiente y otros, como este, que te exigen repensarlo todo: tu oficio, tus certezas, tus miedos.
Llego con la mente sacudida por un mundo que parece haberle declarado la guerra a la racionalidad, la democracia y el periodismo. O mejor dicho: a la verdad dicha en voz alta. A la palabra que incomoda. A la pregunta que molesta.
¿Qué significa defender la libertad de expresión hoy, cuando las democracias retroceden y los algoritmos se adelantan?
¿Tiene sentido seguir apostando por el periodismo cuando los periodistas son blanco tanto del crimen organizado como de la burocracia estatal?
¿Es posible hablar de “espacios cívicos” cuando el espacio público se ha vuelto un campo de batalla, tóxico y fragmentado?
¿Tiene el lenguaje la fuerza para frenar el miedo?
¿Puede la palabra volver a ser refugio, después de tanto haber sido usada como arma?
Desde Fundamedios llevamos años denunciando, documentando, resistiendo. Pero también —y esto me lo digo en voz baja—, cansándonos. No del propósito, sino del desgaste.
Por eso este seminario no es solo una agenda de ponencias. Es una oportunidad para reconectar con el sentido de esta lucha. Con otros que también resisten. Con contextos distintos, sí, pero con una certeza común: sin libertad de expresión, no hay democracia que sobreviva.
Este blog, Segundas Temporadas, será mi bitácora. Pero no esperen informes. No escribiré para documentar, sino para procesar. Para dejar constancia —aunque mínima, subjetiva y movediza— de que seguimos vivos. Que aún creemos.
La Akademie como refugio (y desafío)
Aquí en la Theodor-Heuss-Akademie, entre árboles y arquitectura que invita a la pausa, todo parece respirar calma. Pero no es calma lo que busco.
Busco fricción. Contradicción. Preguntas que me incomoden.
Porque vengo como periodista, como activista, como latinoamericano. Como alguien que ha visto callar a colegas no solo con censura, sino con balas, procesos judiciales, linchamientos digitales y silencios presupuestarios.
Pero también vengo como alguien que empieza a preguntarse, sin solemnidad y con honestidad:
¿Y si ya no bastara con defender la libertad de expresión?
¿Y si tocara reimaginarla?
¿Y si hablar de libertad fuera también hablar de dignidad, de cuidados, de sostenibilidad emocional y económica del oficio?
La paradoja del liberalismo
Uno de los ejes del seminario es entender por qué la libertad de prensa es central para el pensamiento liberal. Y eso me intriga. Porque en América Latina la palabra “liberal” carga sospechas.
Para la izquierda: sumisión al capital. Para la derecha: relativismo ético. Para los populismos: un enemigo a caricaturizar o aniquilar.
Y sin embargo, es desde esa tradición que se nos convoca. Una que entiende la libertad como límite al poder, no como capricho del mercado. Que sabe que sin prensa libre no hay memoria ni fiscalización. Ni democracia posible.
Pero, ¿cómo traducimos esos principios en un Ecuador donde la violencia criminal se mezcla con la institucional? ¿En un continente donde ser periodista es muchas veces sinónimo de prescindible?
Lo que me inquieta
Lo que me inquieta, en esta primera noche, no es solo el estado de la libertad de prensa. Es el estado del mundo.
Un mundo que prefiere la desinformación a la verdad. Que cree más en conspiraciones que en datos. Que admira influencers pero desprecia periodistas. Que elige odiar antes que dialogar.
Y me pregunto, porque preguntarse es una forma de resistencia:
¿Cómo disputar el terreno simbólico cuando el populismo domina el lenguaje emocional?
¿Cómo cuidar a los periodistas si las estructuras que debieran protegerlos están corroídas o ausentes?
¿Cómo hablar de sostenibilidad sin traicionar la ética del oficio?
Una libertad que no se rinde
Quizás por eso vine.
No a buscar respuestas, sino a recordar por qué hago lo que hago. A encontrar otros que también dudan, también luchan, también se quiebran. A escuchar. Y a escribir.
Porque escribir es la forma más honesta que conozco de entender el mundo. Y de decirle que no nos ha vencido todavía.
Desde hoy, Segundas Temporadas será bitácora. No esperen solemnidad hueca ni optimismo de consigna. Escribiré lo que veo, lo que duele, lo que da esperanza.
Escribiré desde Gummersbach. Y desde Quito, Caracas, Managua o Tegucigalpa. Desde cada redacción asediada. Desde cada micrófono silenciado. Desde cada periodista que, con miedo pero con coraje, sigue preguntando.
Porque mientras haya preguntas, la libertad tendrá una oportunidad.
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