Segundas andanzas desde Alcalá. Epílogo: el librero llama, yo acudo



Justo cuando la luna parecía haber clausurado la bitácora cervantina con su reverberación sobre las torres de Alcalá, Rafael, el cómplice librero de la escondida Librería Lucense, me escribió:

—César, ya está aquí el ejemplar. Uno de los pocos que hay en toda España.

El libro: Poetas concatenados: Cavafis, Cernuda, Valente y Gamoneda.

La llamada: urgente y callada como una epifanía.

El trayecto: cercanías hasta Madrid, luego las calles de Chamartín.

Y allí estaba yo, cerrando con mi firma y mi huella una andanza que ya se sabía circular. Volví al punto inicial de toda escritura: un librero de barrio, una estantería con luz tibia y ese texto improbable que uno no busca, pero que lo llama por su nombre completo.

No es una coincidencia. Es la manera en que la poesía extiende su última vocal antes del silencio.





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