Diarios Estoicos: La libertad de escoger tus batallas
No son los grandes dramas los que nos quiebran. No es el incendio, el naufragio o la bancarrota. Es la impaciencia o la maldad ajena. Es esa voz que se eleva un tono más allá del respeto. Es ese juicio envuelto en condescendencia. Es el dedo que no señala, pero insinúa. La acusación injusta que solo intenta sembrar dudas. ¿Te enojas? ¿Reaccionas? ¿Respondes con la misma moneda? Entonces, todavía no has entendido —nos susurra Marco Aurelio— una de las reglas más fundamentales de la libertad interior: que nada externo puede arrebatarte la paz, a menos que tú la entregues. Blindarse no es callar. No es resignarse. Es elegir. Escoger dónde pones tu energía, tu aliento, tu tiempo. No toda batalla es tuya. No toda provocación merece réplica. No todo ruido exige respuesta. Y cuando esa lucidez se asienta, ocurre lo más estoico y lo más hermoso: el mundo sigue siendo el mundo —grosero, impaciente, injusto—, pero tú ya no eres su rehén. Observas. Eliges. Y la mayoría de las vece...