Diarios Estoicos: Volver a uno mismo (sin drama)
Hay días en los que basta una palabra mal dicha, una mirada extraviada o un correo inoportuno para que todo el edificio interior se tambalee.
Sucede.
Incluso al más entrenado.
Y entonces llega Marco Aurelio, no con reproches, sino con una fórmula que suena a susurro:
“Cuando experimentes involuntariamente una especie de trastorno… vuelve en ti mismo en seguida.”
Es decir: no te condenes por trastornarte.
No te deshumanices pretendiendo ser imperturbable.
El mérito no está en no caer, sino en no quedarse caído.
No se trata de fingir serenidad, sino de encontrarla en medio del ruido.
Y, sobre todo, como dice el emperador filósofo, no interrumpas la marcha de tu conducta más de lo necesario.
El estoicismo aquí no es rigidez, sino música.
Es como retomar el compás después de una disonancia.
Volver al tempo. No borrar la nota errada, sino abrazarla como parte de la improvisación.
Cuanto más rápidamente volvemos, más íntimo se vuelve ese camino.
Más lo reconocemos. Más nos habita.
Recobrar la conducta no como acto heroico, sino como ejercicio cotidiano de atención.
Como un “gracias” tranquilo al día que nos sacudió, pero no nos venció.



Comentarios
Publicar un comentario