Cien días de un reestreno que huele a refrito (o cómo gobernar con casco, Excel y megáfono)
Quito, 24 de mayo – 3 de septiembre de 2025. Un país a medio apagar por el estiaje, a medio armar por decreto, a medio convencer con boletines. Y un presidente —el joven heredero— que prometió dejar de improvisar, pero que parece seguir escribiendo con marcador grueso sobre el cristal trizado del Estado. Esta bitácora es el intento de tomarle el pulso a los primeros cien días de la segunda presidencia de Daniel Noboa. No es un balance técnico. Es una escucha. Un ejercicio de observación y memoria, como los que hacemos aquí en Segundas Temporadas.
Seguridad: segunda temporada, mismos fantasmas
Volvió “Fito” a las portadas, pero esta vez en vuelo a EE. UU. Un gesto poderoso. Tan poderoso como la designación de Los Lobos y Los Choneros como organizaciones terroristas por parte del gobierno de Trump. En Quito, sin embargo, los datos bailan menos: los homicidios no ceden y las calles —aunque más militarizadas— siguen ofreciendo esa mezcla extraña de miedo y rutina. Y sí: la Corte Constitucional volvió a decir “hasta aquí” a ciertas leyes de seguridad. ¿La respuesta oficial? Una marcha. Contra los jueces. Organizada por el Ejecutivo. La democracia, a veces, se disfraza de desfile.
Economía: el Excel sonríe, el bolsillo frunce
Noboa exhibe su trofeo: el riesgo país más bajo en años. Y se lo ha ganado. Ha convencido al FMI, ha ordenado el discurso macro y ha mantenido la inflación en mínimos. Pero la calle no compra con puntos de riesgo. Compra con gasolinas que suben y energía que amenaza con irse. Hay promesas de no-apagones (como si eso bastara), pero aún no hemos sobrevivido al estiaje. La confianza internacional es importante, claro. Pero aún más importante es que el carrito del mercado no sea una pesadilla logística.
Política social: dos salas de urgencias
En Guayaquil, doce recién nacidos murieron en un hospital por infecciones intrahospitalarias. Doce. El gobierno reaccionó: nueva agencia de compras, centralización, comités. Tarde. O quizás no. Lo sabremos cuando los anaqueles se llenen de medicinas sin sobreprecios ni firmas de cartón.
Mientras tanto, el año escolar empezó en la Sierra y Amazonía con botones de pánico y chalecos de seguridad. 2.300 nuevos docentes fueron contratados, lo que no es poca cosa. Pero el aula sigue siendo frontera: hay miedo, hay sobrecupo, hay brechas que no se tapan con campañas.
Comunicación: afuera, diplomacia; adentro, megáfono
Afuera, el gobierno sonríe: gira por Brasil, visita a Japón, alineación perfecta con Washington. Se vende estabilidad, se ofrece cooperación, se consigue visibilidad. Adentro, se grita. Contra la Corte. Contra las ONGs. Contra los periodistas que preguntan más de la cuenta. La estrategia comunicacional se sostiene en dos pilares: el espectáculo y el enemigo. Pero en política, cuando todo el que disiente es un estorbo, el pluralismo se convierte en ruido, y el poder se vuelve sordo.
Lo político: la coartada anticorreísta
Aquí aparece la paradoja fundacional del Gobierno: el anticorreísmo como coartada para aplicar recetas autoritarias. Es el monstruo que se dice combatir, pero cuya sombra se copia. Urgentes económicas para regular a la sociedad civil. Estados de excepción como rutina. Marchas presidenciales contra jueces incómodos. Votos cruzados con el correísmo cuando conviene. Todo mientras se mantiene el relato de cruzada contra la vieja política.
No se trata de un pacto con el correísmo. Se trata de reproducir el guion. Y ahí está el peligro. Porque si el poder se justifica solo como resistencia a otro poder, lo que queda no es democracia. Es su parodia.
Derechos Humanos: luces rojas que nadie quiere mirar
La CIDH pidió explicaciones por las desapariciones durante las militarizaciones. La Fiscalía reconoce 31 casos desde 2024. Fundamedios reporta un alza brutal de agresiones a la prensa solo en agosto. Y la Ley de Transparencia Social —aprobada a toda velocidad— se siente más como amenaza que como garantía. Si la seguridad se vuelve excusa para perseguir, y la transparencia un arma para controlar, entonces algo está dejando de funcionar. O quizás ya dejó.
Veredicto en lápiz rojo (y sin borrar)
Seguridad: 5/10. El show está. La paz aún no.
Economía: 6,5/10. Los indicadores respiran; los sueldos, no tanto.
Política social: 5,5/10. Se movió la aguja. No sabemos aún si hacia el lado correcto.
Comunicación/política: 5/10. Afuera se seduce; adentro se grita.
Lo político: 5/10. El gobierno juega al “no soy como ellos” mientras copia el libreto.
Derechos Humanos: 4,5/10. Alarmas encendidas. Silencio institucional.
Próximos cien días: cinco cosas que dirán más que mil ruedas de prensa
Si bajan los homicidios. De verdad.
Si llegan las medicinas. Sin sobreprecios.
Si no hay apagones. Ni excusas.
Si el presidente deja de usar la urgencia como atajo.
Si los jueces pueden trabajar sin escoltas.
Epílogo con sorna (y preocupación)
Casco, Excel, megáfono… y las tuberías sin arreglar. Se puede vivir de símbolos un tiempo. Pero la política no es solo relato. También es logística. Y ética. Y memoria. La pregunta no es si el gobierno sobrevivirá a la guerra. La pregunta es si quedará república después del combate.
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