Diarios Estoicos: ¿Esto era lo que temíamos?
A veces la austeridad no viene envuelta en togas ni en máximas latinas. A veces camina por la ciudad con auriculares gastados, una barra de pan barato bajo el brazo y un ejemplar arrugado de Séneca escondido entre las páginas de una libreta Moleskine. No hay túnica, pero sí abrigo con los bolsillos rotos. No hay bastón, pero sí una botella reutilizable y el cansancio de quien ya no le teme al cansancio.
Él camina. No por épica, sino porque el metro le parece un lujo. Mira vitrinas, esquiva peatones, entra en una cafetería solo para oler el café. Luego sigue. Con paso firme. Con su playlist en el oído: algo entre Nick Drake, Jorge Drexler y The National. No tiene prisa porque ya no compite. No se apura porque aprendió que llegar no siempre es llegar a tiempo.
Séneca lo había dicho: “Prescribe días austeros para que cuando llegue la escasez, no te tome por sorpresa. Ensaya la pobreza, la incomodidad, la falta. Y luego pregúntate: ¿Esto era lo que temíamos?”.
Y uno puede hacerlo: ensayar el pan duro, los zapatos viejos, el abrigo de otro invierno, la cuenta bancaria que da risa. Uno puede sentarse en un parque, mirar cómo corre el mundo detrás de un cristal y decir: quizás esto no es derrota, sino entrenamiento. Ensayo general del vacío. Pretemporada del espíritu.
La dignidad no siempre se lleva bien planchada. A veces es una arruga noble. Un silencio entre dos canciones. Un mensaje que no se responde. Un café que no se compra. Un lujo que se deja pasar sin que duela.
Porque si uno se atreve a vivir con menos, a dejar que el ruido baje, que la ropa no combine, que la cuenta no sume, descubre algo:
no era tan grave.
No dolía tanto.
No era el apocalipsis.
Solo una calle más larga. Un desayuno más simple. Un día menos dramático.
Y entonces, como Dan Mulligan en Begin Again, uno camina por la ciudad con la cabeza apenas erguida y los oídos llenos de música, sabiendo que lo importante no era volver a tenerlo todo, sino volver a escucharse. Y no dejar de preguntarse, con ironía y ternura:
¿Esto era lo que temíamos?



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