Día 6: Escuchar el mundo para encontrarnos

Si alguna vez dudé del poder de una pausa, hoy comprendí que detenerse —con honestidad— puede ser un acto profundamente revolucionario. En este sexto día en Gummersbach, la sala de seminarios no fue simplemente un espacio para ideas: fue un espacio para escuchar. Así, sin adornos. Escuchar como verbo esencial, como principio ético, como acto radical. Nos pidieron pensar en algo sencillo y devastador: ¿Cuál es la pregunta que más quisiéramos poder responder para nosotros mismos en este momento? Y con esa pregunta, comenzó un proceso interior inesperado. El aula, con sus banderas sobre la mesa y sus sillas incómodas de formación alemana, se transformó en un lugar de encuentro íntimo. No con el otro, al menos no de inmediato, sino con uno mismo. Porque cuando escuchamos, no solo descubrimos al otro. Descubrimos nuestra propia humanidad. Ese rincón que no habita en las certezas ni en las respuestas correctas, sino en las fisuras. En lo que no sabemos nombrar del todo. En lo que solo a...